Existen pocos quesos en el mundo tan peculiares como el tête de moine.
Este queso suizo debe su nombre (cabeza de monje), al parecido con el
corte de pelo monacal. Su ritual consiste en rasparlo no cortarlo, así
se consigue servir en forma de flores, no de tacos ni de lonchas.
Los
monjes benedictinos comenzaron a elaborarlo en el siglo XII, en la
abadía de Bellelay con el objeto de aprovechar la abundancia de leche de
vaca del verano para los meses de invierno. El descubrimiento de la
técnica del "raspado" se debe a la picardía glotona de los monjes. Para
que sus incursiones nocturnas a la despensa no se notaran, en vez de
cortarlo lo raspaban, y así se dieron cuenta de que su sabor mejoraba
notablemente gracias al mayor contacto con el aire.
La invasión de las tropas revolucionarias francesas llevó consigo el desmantelamiento de la abadía a finales del siglo XVIII. A partir de entonces el queso se fabricó en queserías de la zona, y poco después empezó a denominarse tête de moine, en homenaje a los monjes que lo fabricaban.
Pero el verdadero momento clave para la variedad llegó en 1981, cuando Nicolas Crevoisier creó el aparato de corte que lo lanzó a la fama. La girolle multiplicó por diez las ventas del queso, y alcanzó gran fama internacional.
Nicolas
Crevoisier dio con la solución definitiva al atreverse a clavar la
cabeza de monje sobre un eje, acción considerada poco respetuosa con la
religión y con los cerebros monacales hasta entonces.
La elaboración del cabeza de monje está regulada de manera estricta. Sólo se lleva a cabo en nueve queserías de la región montañosa de Jura (Suiza), con leche de vacas que pastan al aire libre. El sabor particular del queso se debe al tipo de hierba y de flores que comen los animales, además de a las bacterias específicas usadas en la producción del queso. Lo que convierten a este queso en probablemente el mejor queso del mundo (por lo menos a nuestro parecer).
Precio aproximado: 25-30€/kg
La invasión de las tropas revolucionarias francesas llevó consigo el desmantelamiento de la abadía a finales del siglo XVIII. A partir de entonces el queso se fabricó en queserías de la zona, y poco después empezó a denominarse tête de moine, en homenaje a los monjes que lo fabricaban.
Pero el verdadero momento clave para la variedad llegó en 1981, cuando Nicolas Crevoisier creó el aparato de corte que lo lanzó a la fama. La girolle multiplicó por diez las ventas del queso, y alcanzó gran fama internacional.
La elaboración del cabeza de monje está regulada de manera estricta. Sólo se lleva a cabo en nueve queserías de la región montañosa de Jura (Suiza), con leche de vacas que pastan al aire libre. El sabor particular del queso se debe al tipo de hierba y de flores que comen los animales, además de a las bacterias específicas usadas en la producción del queso. Lo que convierten a este queso en probablemente el mejor queso del mundo (por lo menos a nuestro parecer).
Precio aproximado: 25-30€/kg
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